sexta-feira, 27 de abril de 2012

Ninguém me tira esta ideia

Não fui feita para esta coisa de ter um emprego. E não é que não goste muito do que faço, ou que não me divirta bastante e desfrute. Apesar de haver uma parte de mim que é uma gestora voraz, motivada e e inteligente, existe outra parte que quer ficar em casa, com os dedos num teclado à espera de ideias para teclar, entre as minhas almofadas, as minhas plantas, o choro dos meus filhos, a caneca do café, e às vezes em camisa de noite. Existe uma parte de mim que quer criar, inspirar e tornar o mundo mais bonito de uma forma menos para os outros, mas sim para mim.
O mais curioso é que eu não sei escrever, dou erros ortográficos, sei pouco de técnicas de escrita, sintaxe, gramática, modos de narrar, escrita criativa, jornalismo, romances ou o novo acordo ortográfico. Nunca estudei jornalismo, letras ou estudos portugueses.
Apenas sei, quero escrever, em português. Quero escrever, escrever, escrever, e ouvir crianças a brincar à minha roda, e vislumbrar as musas da literatura a voarem por cima de mim.
Dizem que o caminho para o melhor emprego do mundo, é quandor tornamos o nosso hobbie no nosso trabalho. Isso seria mais do que bom.
E não quero inventar histórias, personagens e enrredo como nos dizia o Paul Auster, quero dizer a verdade ou uma verdade qualquer, que muitas vezes pode ser a minha, do modo mais belo possível. Belo a valer, beleza de verdade. Gosto de filosofia, artes, biografias e cultura. Gosto de textos com humor, com palavras esquisitas, meios formais, que me surpreendem, críticos e inteligentes, uma vezes simples, outras complicados. Por isso não sei se posso dizer que quero ser escritora, talvez queira ser critica, filosofa, jornalista ou pedagoga, desde que tenha os dedinhos no teclado todo o dia e os olhos do lado de fora da janela.
Sei que me falta muito para lá chegar, pelo menos no conceito em que imagino, mas só falta começar... por exemplo hoje, agora mesmo, se seguida com o click no botão "publicar".

Discurso de Paul Auster

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No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.
Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?


En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente inútil.
La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.
Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la "era posliteraria". Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.

De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.
Nunca he querido trabajar en otra cosa.
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domingo, 8 de abril de 2012

Some wisdom

No fim acaba sempre tudo bem, se ainda não está tudo bem, é porque ainda não é o fim.


quinta-feira, 5 de abril de 2012

Gostava tanto de ser escritora...

"...
esta é a história de crisóstomo que, chegando aos quarenta anos, lida com a tristeza de não ter tido um filho. do sonho de encontrar uma criança que o prolongue e de outros inesperados encontros, nasce uma família inventada, mas tão pura e fundamental como qualquer outra.
as histórias do crisóstomo e do camilo, da isaura, do antonino e da matilde mostram que para se ser feliz é preciso aceitar ser o que se pode, nunca deixando contudo de acreditar que é possível estar e ser sempre melhor. as suas vidas ilustram igualmente que o amor, sendo uma pacificação com a nossa natureza, tem o poder de a transformar.
tocando em temas tão basilares à vida humana como o amor, a paternidade e a família, o filho de mil homens exibe, como sempre, a apurada sensibilidade e o esplendor criativo de valter hugo mãe.
..."

terça-feira, 3 de abril de 2012

segunda-feira, 2 de abril de 2012

Tu és prazer

Sou verdadeiramente feliz porque vivo o meu dia sem pressas, sem horas, sem afazeres urgentes, de vida ou morte. Levanto-me, demoro-me e retenho-me no que me apetece. Não sinto falta de nada, e não sofro de ansiedades, mas sei o que procuro. Normalmente retenho-me em ti, ou em pensar como posso ser mais bonita para ti, exercito a minha feminilidade, e és o top do top do meu prazer mental.

Right

I am just focused in wrong choices right now, and i totally love it.

Queremos resultados


Calcula, formula hipóteses, resolve formulas, podes tentar elaborar alguns diagramas que te vão levar ao teste de hipóteses, que te sugam para noites de olhos fechados, vais prender-te demoradamente nas hipóteses mais favoráveis, e atribuir displicentemente uma percentagem probabilística às mais amargas, e passar à intersecção seguinte. Os resultados errados doem.